Cuando se cita a deportistas históricos se añade a sus cualidades destacadas el número de trofeos importantes que han conseguido lo mismo que si se refiere a escritores no puede evitarse los títulos de sus libros universalmente conocidos. Los futbolistas “ganan” copas que representan campeonatos nacionales, continentales, mundiales... y los pelotaris txapelas (boina vasca) y copas.

Hay muchos pelotaris que pueden presumir de un trofeo, dos, tres, cuatro, cinco... pero haber llegado a VEINTE es algo que se ve imposible. Julián Retegui, “Retegui II” en los carteles, nació en Erasun, zona de montaña navarra, en 1954. Jugó el último partido profesional en septiembre de 2001, había debutado como profesional en 1974, y en esos 27 años obtuvo  20 campeonatos: 1 de manomanista de 2ª, 11 de manomanista de 1ª, 5 de mano en parejas y  3 en el cuatro y medio.

Uno sabe que Julián ganó muchas finales pero hasta que “echa cuentas” no cree que fueron tantas. Hombre abierto y sincero reconoce que la base del éxito es el sacrificio, la entrega y el afán de superación. Echamos un rato, no hace tanto, en compañía de su amigo José Luis Ubago. Y dijo Julián: “En casa éramos 9 hermanos. A los 14 años empecé a trabajar en una cantera de mi pueblo y dos años después en la papelera de Leiza. Luego, de marzo a noviembre, iba a los Alpes, en Francia a cortar árboles. Ganaba mucho dinero pero era muy duro. Dormíamos en una chabola del monte. Mi tío Ignacio había triunfado en la pelota y con su apoyo y el de Martín Ezcurra me metí de lleno y llegaron los triunfos. Creo que hay que tener cualidades especiales para jugar a pelota. Pero la crianza y el sacrificio son esenciales para resistir”.

Yo añado: “El que juega mal a pelota, por  fatigas que pase, seguirá jugando mal”.